Por: Elier Ramírez Cañedo
Berta Soler, "líder" de las Damas de Blanco, recientemente ha declarado en España que la Cuba de Batista fue una "joya de oro".
Como integrante de la nueva jauría de anexionistas cubanos debería estudiar las palabras que pronunció J.F.Kennedy -uno de los presidentes de Estados Unidos- el 6 de octubre de 1960, en un banquete ofrecido por el Partido Demócrata en la ciudad de Cincinnati, Ohio, en plena campaña electoral por la presidencia de los Estados Unidos. En esa ocasión el joven senador expresó:
"En 1953 la familia cubana tenía un ingreso de seis pesos a la semana. Del 15 al 20 por ciento de la fuerza de trabajo estaba crónicamente desempleada. Sólo un tercio de las castas de la Isla tenían agua corriente y en los últimos años que precedieron a la Revolución de Castro este abismal nivel de vida bajó aún más al crecer la población, que no participaba del crecimiento económico. Sólo a 90 millas estaban los Estados Unidos -su buen vecino- la nación más rica de la Tierra, con sus radios, sus periódicos y películas divulgando la historia de la riqueza material de los Estados Unidos y sus excedentes agrícolas.
Pero en vez de extenderle una mano amiga al desesperado pueblo de Cuba, casi toda nuestra ayuda fue en forma de asistencia en armamentos, asistencia que no contribuyó al crecimiento económico para el bienestar del pueblo cubano; asistencia que permitió a Castro y a los comunistas estimular la creciente creencia que Estados Unidos era indiferente a las aspiraciones del pueblo de Cuba de tener una vida decente.De una manera que antagonizaba al pueblo de Cuba usamos la influencia con el Gobierno para beneficiar los intereses y aumentar las utilidades de las compañías privadas norteamericanas que dominaban la economía de la Isla. Al principio de 1959 las empresas norteamericanas poseían cerca del 40 por ciento de las tierras azucareras, casi todas las fincas de ganado, el 90 por ciento de las minas y concesiones minerales, el 80 por ciento de los servicios y prácticamente toda la industria del petróleo y suministraba dos tercios de las importaciones de Cuba.
El símbolo de esta ciega actitud está ahora en exhibición en un museo de La Habana. Es un teléfono de oro sólido obsequiado a Batista por la Compañía de Teléfonos. Es una expresión de gratitud por el aumento excesivo de las tarifas que autorizó el Dictador cubano a instancias de nuestro Gobierno. Y a los visitantes del museo se les recuerda que Estados Unidos no dijo nada sobre otros eventos que ocurrieron el mismo día que se autorizó el excesivo aumento de las tarifas cuando 40 cubanos perdieron su vida en un asalto al Palacio de Batista.Quizás el más desastroso de nuestros errores fue la decisión de encumbrar y darle respaldo a una de las dictaduras más sangrientas y represivas de la larga historia de la represión latinoamericana. Fulgencio Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales.Voceros de la Administración elogiaban a Batista, lo exaltaban como un aliado confiable y un buen amigo, en momentos en que Batista asesinaba a miles de ciudadanos, destruía los últimos vestigios de libertad y robaba cientos de millones de dólares al pueblo cubano.
Aumentamos una constante corriente de armas y municiones a Batista justificándola en nombre de la defensa hemisférica cuando en realidad su único uso era aplacar la oposición al Dictador y todavía, cuando la guerra civil en Cuba estaba en todo su apogeo -hasta marzo de 1958- la Administración continuó enviando armas a Batista , que usaba contra los rebeldes aumentando el sentimiento antinorteamericano y ayudando a fortalecer la influencia de los comunistas.Por ejemplo, en Santa Clara, Cuba, hay hoy una exhibición conmemorando los daños causados en la ciudad por los aviones de Batista en diciembre de 1958. Lo más destacado de la exhibición es una colección de fragmentos de bombas con la inscripción debajo de dos manos apretadas que dice "Mutual Defense-Made in USA".Aún cuando nuestro gobierno detuvo el envío de armas, nuestra misió n militar permaneció para adiestrar a los soldados de Batista para combatir a los revolucionarios y se negaron a irse hasta que las fuerzas de Castro estaban en las calles de La Habana".[1]
Está claro que no le podemos pedir a Berta que estudie los profundos estudios históricos realizados por investigadores cubanos sobre la dictadura de Batista, pero seguramente no dejará de leer a uno de sus presidentes estadounidenses. Eso sería una falla imperdonable para ella. Quizás leyendo al propio Kennedy se interese en profundizar y conozca unas cuantas verdades de lo que fue la Cuba de Fulgencio Batista.
[1]Citado por Carlos Lechuga en: Itinerario de una Farsa, Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1991, pp.127-129.
Fuente: La pupila insomne
Berta Soler, "líder" de las Damas de Blanco, recientemente ha declarado en España que la Cuba de Batista fue una "joya de oro".
Como integrante de la nueva jauría de anexionistas cubanos debería estudiar las palabras que pronunció J.F.Kennedy -uno de los presidentes de Estados Unidos- el 6 de octubre de 1960, en un banquete ofrecido por el Partido Demócrata en la ciudad de Cincinnati, Ohio, en plena campaña electoral por la presidencia de los Estados Unidos. En esa ocasión el joven senador expresó:
"En 1953 la familia cubana tenía un ingreso de seis pesos a la semana. Del 15 al 20 por ciento de la fuerza de trabajo estaba crónicamente desempleada. Sólo un tercio de las castas de la Isla tenían agua corriente y en los últimos años que precedieron a la Revolución de Castro este abismal nivel de vida bajó aún más al crecer la población, que no participaba del crecimiento económico. Sólo a 90 millas estaban los Estados Unidos -su buen vecino- la nación más rica de la Tierra, con sus radios, sus periódicos y películas divulgando la historia de la riqueza material de los Estados Unidos y sus excedentes agrícolas.
Pero en vez de extenderle una mano amiga al desesperado pueblo de Cuba, casi toda nuestra ayuda fue en forma de asistencia en armamentos, asistencia que no contribuyó al crecimiento económico para el bienestar del pueblo cubano; asistencia que permitió a Castro y a los comunistas estimular la creciente creencia que Estados Unidos era indiferente a las aspiraciones del pueblo de Cuba de tener una vida decente.De una manera que antagonizaba al pueblo de Cuba usamos la influencia con el Gobierno para beneficiar los intereses y aumentar las utilidades de las compañías privadas norteamericanas que dominaban la economía de la Isla. Al principio de 1959 las empresas norteamericanas poseían cerca del 40 por ciento de las tierras azucareras, casi todas las fincas de ganado, el 90 por ciento de las minas y concesiones minerales, el 80 por ciento de los servicios y prácticamente toda la industria del petróleo y suministraba dos tercios de las importaciones de Cuba.
El símbolo de esta ciega actitud está ahora en exhibición en un museo de La Habana. Es un teléfono de oro sólido obsequiado a Batista por la Compañía de Teléfonos. Es una expresión de gratitud por el aumento excesivo de las tarifas que autorizó el Dictador cubano a instancias de nuestro Gobierno. Y a los visitantes del museo se les recuerda que Estados Unidos no dijo nada sobre otros eventos que ocurrieron el mismo día que se autorizó el excesivo aumento de las tarifas cuando 40 cubanos perdieron su vida en un asalto al Palacio de Batista.Quizás el más desastroso de nuestros errores fue la decisión de encumbrar y darle respaldo a una de las dictaduras más sangrientas y represivas de la larga historia de la represión latinoamericana. Fulgencio Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales.Voceros de la Administración elogiaban a Batista, lo exaltaban como un aliado confiable y un buen amigo, en momentos en que Batista asesinaba a miles de ciudadanos, destruía los últimos vestigios de libertad y robaba cientos de millones de dólares al pueblo cubano.
Aumentamos una constante corriente de armas y municiones a Batista justificándola en nombre de la defensa hemisférica cuando en realidad su único uso era aplacar la oposición al Dictador y todavía, cuando la guerra civil en Cuba estaba en todo su apogeo -hasta marzo de 1958- la Administración continuó enviando armas a Batista , que usaba contra los rebeldes aumentando el sentimiento antinorteamericano y ayudando a fortalecer la influencia de los comunistas.Por ejemplo, en Santa Clara, Cuba, hay hoy una exhibición conmemorando los daños causados en la ciudad por los aviones de Batista en diciembre de 1958. Lo más destacado de la exhibición es una colección de fragmentos de bombas con la inscripción debajo de dos manos apretadas que dice "Mutual Defense-Made in USA".Aún cuando nuestro gobierno detuvo el envío de armas, nuestra misió n militar permaneció para adiestrar a los soldados de Batista para combatir a los revolucionarios y se negaron a irse hasta que las fuerzas de Castro estaban en las calles de La Habana".[1]
Está claro que no le podemos pedir a Berta que estudie los profundos estudios históricos realizados por investigadores cubanos sobre la dictadura de Batista, pero seguramente no dejará de leer a uno de sus presidentes estadounidenses. Eso sería una falla imperdonable para ella. Quizás leyendo al propio Kennedy se interese en profundizar y conozca unas cuantas verdades de lo que fue la Cuba de Fulgencio Batista.
[1]Citado por Carlos Lechuga en: Itinerario de una Farsa, Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1991, pp.127-129.
Fuente: La pupila insomne
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